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Tribu Candy viaja al sur

El día 2 de Junio del 2017 Tribu Candy se presentó en el lugar más al sur al que ha llegado hasta ahora: Argentina. En el marco del Workshop “Tribu Candy. Performance y Fenomenología” organizado por El Proyecto I+D “Experiencia de la práctica artística: escrituras digitales, realización audiovisual y performatividad” del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Quilmes. Bernal-Buenos Aires.


La instalación de la acción se llevó a cabo a las afueras de la biblioteca central de la Universidad, un sitio de tránsito constante. Los accesorios utilizados para esta acción habían sido previamente elaborados con dulces conseguidos en Colombia, muchos de los cuales no se encuentran en Argentina, factor que de entrada, generaba cierta curiosidad exótica por los objetos dispuestos..


La mayoría de los participantes fueron estudiantes de diseño digital aunque llegaron y se integraron también transeúntes esporádicos, entre ellos un niño pequeño que tímidamente se acercó y entró en la acción.


Al finalizar la performance hubo una lectura a cargo del filósofo Germán Vargas sobre la relación entre fenomenología y perfomance en la que, entre otras, apareció una descripción fenomenológica de Tribu Candy:


Lo propio, lo extraño. Al cabo, lo arquetípico

por Germán Vargas

Tribu Candy es una performance (2014) de la artista plástica María Isabel Vargas que continúa en desenvolvimiento. Es la aspiración a configurar una tribu global. Al mismo tiempo, vuelve a lo dulce, a lo colorido. Se sitúa en el cuerpo propio. Hace de la piel una superficie, primero acuosa y luego tensa sobre la cual se fijan los dulces en su colorido.


Tribu —en español— y Candy —en inglés— parece una contradicción en los términos. Por un lado, lo terso, tensa; lo fácil lanza a una profundidad: ¿lo arcano? ¿Lo que yace allá, sin que los sepamos del todo, en la “profundidad”? ¿Una suerte de hondura-superficial? Si éste fuera el caso, se trataría de un oxímoron. No es un oxímoron del tocado, de la decoración. Es lo que trae y lleva el mundo de la globalización: una suerte de aparejamiento de todo. A veces queremos ser “dulces” con los “otros” o que ellos sean “dulces” con nosotros. Y sin embargo, la dulzura tensa, exige, “estresa”.


Y, ahí, sepámoslo o no; pensémoslo o no: está lo arcano, lo arquetípico. Está puesto en un arca, viene de muy lejos. Son las formas de la voluntad de poderío. O, tal vez, el descubrimiento de un estar-cerca-de-los-otros, quererlos, requererlos, requerirlos. Y, al mismo tiempo, es tener-que-aislarse, el urgir la soledad, el aislamiento.


Tribu Candy es el cuerpo en acción, el cuerpo y la acción, el pensar-se, el pensar-ser; pero es un ser que viene de muy lejos. No se sabe del todo de dónde. Va-hacia-otra- parte. Pero tampoco se sabe a dónde. Y queremos la dulzura de trazas y huellas que se han vivido; y aspiramos a dejar una suave-huella-a-nuestro-paso: en los otros, para otros. Tribu Candy es la anamnesis, la razón anamnética; el recuerdo, la recordación. Sí, a veces del pasado; pero sobre todo, es recuerdo-del-futuro.


Lo propio, mío, en la acción performativa es mi cuerpo, mi rostro. Y sin embargo, al entrar en la acción me abandono. Al cabo mi rostro, el mío, es otro. Hay en mí un otro y sólo lo descubro tras la decoración. Es la experiencia de extrañamiento de lo más mío: mi rostro. Aquél con el cual me despido de mi casa y me voy a presentarme al trabajo; aquél por el cual y con el cual otros me llaman por mi nombre; el que trasmite mi alegría o mi dolor; el que aprueba o rechaza el rostro, el cuerpo, la actitud del otro.


Y todo esto viene de muy lejos. Ahí están las esperanzas y las frustraciones de mis mayores. Es la imagen que les lego a aquellos que me suceden y con quienes he construido una historia, un recuerdo. Pero yo mismo sólo salgo a la luz como un otro para mi mismo en el abandono. Al cabo, me descubro. Pero sé que al enjuagarme, al “limpiarme”, me “recupero”, torno a la mismidad de lo que sé y de lo que ignoro de mi mismo.


He oído de colegas, filósofos y artistas (escénicos), dispuesto a la decoración, al “descubrimiento-encubrimiento” que prevén su inserción en la acción. Los he oído previendo cómo se “limpiarán”, cómo retornarán a sí. Todos saben, antes de la decoración, que es un “juego”, pero no anticipamos lo que vamos a ver —a ver- nos— en lo que emergerá y sucederá en nuestro rostro, en nuestro self.





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